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Conscientes del tiempo

A lo largo de la vida una persona puede atravesar diferentes crisis vitales, como la de “los 40”. Transitarlas implica enfrentarse a un estado de desorganización y desconcierto- Por Soledad Gago

Una noche Florencia se acostó sin saber qué hacer. En realidad, se acostó sin saber qué quería hacer. Tiene 23 y hace poco más de dos meses que terminó su carrera. También, hace más de dos años que trabaja en el lugar que siempre quiso. Pero esa noche, que no recuerda con exactitud, aunque sabe que fue un tiempo después de haber salvado el examen que le dio el título, después de las felicitaciones y de la euforia, sintió que nada de lo que había hecho era lo que quería. ¿Qué quería? No sabía.

"A los 25 hay una recapitulación de la vida", explica la psicóloga Mariana Alvez. Así, aunque no suele hablarse con demasiado énfasis de la crisis de los "20 y pico", existe, y funciona igual que las crisis evolutivas más conocidas: la del nacimiento, la adolescencia, la edad media de la vida y la vejez.

Mucho es lo que se dice sobre la crisis de "los 40", pero ¿qué es en realidad una crisis evolutiva? La psicóloga Verónica Orrico las define como "un estado temporal de desorganización y desconcierto, que se caracteriza por la incapacidad de la persona para abordar nuevas situaciones utilizando sus habilidades y métodos habituales para la resolución de problemas".

Además, Alvez agrega que "ocurren porque las personas se enfrentan a un cambio o un quiebre de una situación. Esto obliga a la persona a cambiar de estrategias cognitivas y comportamentales: lo que estaba haciendo ya no es suficiente para aceptar este nuevo desafío y puede generar mucha incertidumbre, miedo y hasta tristeza".

La psicóloga Mónica Lladó sostiene que, al igual que la edad, las crisis vitales son construcciones sociales y existirán "cuantas produzcamos". De esta forma, tienen un componente cultural innegable. Pero además, explica Orrico, "que una etapa vital sea más o menos crítica dependerá de cada individuo y de los recursos personales y sociales de que disponga". A su vez, dice Alvez, las crisis también poseen un componente "corporal y hormonal importante, como lo es el desarrollo del cuerpo de un niño que se convierte en adolescente o el deterioro de un adulto cuando se convierte en anciano".

Antes, Florencia creía que tenía las cosas claras: había decidido a qué quería dedicarse e incluso lo había logrado. Pero el día siguiente a la primera noche que la exuniversitaria se acostó pensando en estas cosas, salió de trabajar y se fue a caminar. Se puso música muy fuerte y pensó: "¿A partir de este momento mi vida va a ser siempre igual, siempre así?". Y entonces, la frustración, la inseguridad y la nostalgia por la vida anterior, llegaron.

Alvez sostiene que a los 25 esas preguntas son frecuentes: "¿Estamos donde queremos?, ¿estamos estancados? ¿Logramos lo que realmente queríamos en el amor, en el estudio, en el trabajo?".

La psicóloga Abby Wilner y la periodista Alexandra Robbins fueron de las primeras en hablar sobre esta crisis en su libro Crisis del cuarto de vida: Los desafíos únicos de la vida durante los veinte (2001). Según un artículo de El País de Madrid, las americanas explican este momento en contraposición con otras crisis: "Cuando llegas a los 40 y 50, el pánico es causado por demasiada estabilidad, demasiada previsibilidad, demasiada seguridad. Sin embargo, en la crisis del cuarto de vida ocurre lo contrario: no hay estabilidad, no hay previsibilidad, no hay certezas. El resultado: entras en un ciclo donde dudas mucho de ti mismo".

Más menos 40.

Julia (42) cumplió 40 un mes después de haber tenido un hijo. "En ese momento no pasé nada parecido a una crisis, al contrario, estaba fascinada con mi hijo". Fue un poco después. Fue después de que su hijo cumplió un año. "Lo que me pasó entonces fue, no sé si una crisis, pero sí fue una toma de consciencia de que para adelante queda un camino que no es tan largo. Pienso en mis 20 y pico, cuando salí de facultad, y en ese momento podés hacer lo que quieras y siento que eso ahora eso no me pasa, no lo siento".

La crisis de la mediana edad, es decir, alrededor de los 45 años, está asociada, según Orrico, a una serie de cambios que se producen a todos los niveles. En este sentido, "a nivel psicológico hay un punto clave: el cambio en la concepción del tiempo y de la muerte". Cada persona, dice la psicóloga, toma conciencia de su propia finitud. "Tengo la sensación de que no tengo más el cheque en blanco", resume Julia.

— ¿En qué sentido te referías al "cheque en blanco"?

Mi sensación es que dejé de sentirme con esa posibilidad de "puedo hacer cualquier cosa". Ya no puedo hacer cualquier cosa, ya tengo un camino hecho, tanto a nivel profesional, que va para una determinada dirección, como a nivel personal, que implica tener un hijo y todo lo que eso significa. Es como una pérdida de libertad.

En este momento de su vida, las personas cuestionan el sentido de "todas las conquistas que realizaron antes", sostiene Orrico y resulta necesario reconciliarse con lo que se ha dejado por el camino y aceptar que "hay cosas que ya no se podrán realizar, proyectos que ya no se podrán llevar a cabo".

La vejez.

En la actualidad, en una "sociedad donde se apunta a la juventud eterna y se desvaloriza mucho a las personas mayores", la crisis de la vejez puede tomar mucha fuerza, sostiene la psicóloga Alvez. En esta etapa, hay quienes pueden sentirse sin oportunidades, improductivas. Como explica la experta, "la idea del deterioro y la muerte están presentes".

Sin embargo, al igual que en las anteriores y en todas las crisis que puedan surgir a lo largo de la vida, pasar por un momento así es parte de un proceso (casi) inevitable, "sea por temas físicos que nos inducen a ellas o por temas culturales que nos exigen cumplir con determinados mandatos".

Aunque las psicólogas consultadas coinciden en que, en mayor o menor medida, todas las personas pasan por alguna o todas de estas crisis, en la vejez hay que intentar disfrutar del tiempo libre, sin horarios ni obligaciones. Además, ayuda mucho el estar rodeado de allegados pertenecientes a las nuevas generaciones y entender que, sea el momento que sea, las crisis son parte de la vida misma.

Adolescencia: primera crisis de identidad

Agustina tenía 14 cuando se dio cuenta de que no estaba cómoda en los entornos en los que se desenvolvía. "Me distancié de mis amigas porque no me sentía identificada con ellas, me parecían superficiales porque no les gustaba hablar de música", recuerda, hoy con 23. "Creía que todo estaba mal, menos yo". La psicóloga Verónica Orrico explica que la adolescencia es una etapa crítica y que la pregunta que subyace es "¿quién soy?". Además, la psicóloga Mariana Alvez sostiene que en este momento de la vida "los pares juegan un rol vital" donde "servirán de motor de cambio y serán un nuevo espacio de pertenencia". De esta forma, Agustina cuenta que eligió hacer el Bachillerato de Arte "solo para buscar otro círculo de gente". En ese momento no sabía qué hacer con su vida, pero de algo estaba segura: "Quería ser diferente, no quería ser una persona cuadrada. A partir de ahí empecé a buscar cosas, quise ser musicóloga, por ejemplo".

Cómo superar una crisis vital

La psicóloga Mónica Lladó sostiene que "no hay recetas" para superar una crisis. Sin embargo, asegura que lograrlo significa poder jugar con emociones contradictorias, como la incertidumbre o la frustración, que frenan e impulsan a la vez". Su colega Mariana Alvez afirma, en tanto, que transitarlas implica adaptarse: "Hay que hacerlo con flexibilidad a las nuevas experiencias, cada cambio trae consigo la oportunidad de algo nuevo, de desarrollarse o de seguir aprendiendo hasta el último momento de nuestras vidas".

Mujeres y hombres por igual

"Las crisis afectan sin importar el sexo, porque dependen mucho de las estrategias psicológicas y emocionales que cada persona posea", afirma Alvez. Sin embargo, según la psicóloga Orrico, existen ciertos tipos de crisis que afectan más a mujeres que a hombres y viceversa, aunque, advierte, son "estereotipos que van cambiando lentamente". De esta forma, las crisis relacionadas con lo laboral suelen afectar más a los hombres y aquellas que tienen que ver con temas familiares y personales, a las mujeres. Hay que recordar, claro, que son construcciones sociales.

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