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Volver al ruedo

Recién divorciada y con los 40 ya cumplidos, la mujer debe equilibrar sus ideas más conservadoras con la cultura de lo descartable antes de lanzarse con valentía y sin prejuicios a la búsqueda de una nueva pareja

Esto es la selva”, dijo una divorciada de cuarenta y tantos, contundente. Se refería a la búsqueda de una posible pareja, al proceso de conquista, a los zarpazos que inevitablemente llegan cuando todavía se tiene la piel sensible; se refería a volver al mercado de los solteros después de años de estar fuera de circulación.

 

“Lo primero que pensé el día que supe que mi separación era definitiva fue: ‘En algún momento voy a tener que desnudarme frente a un desconocido que no sea ginecólogo y me dio terror”, contó otra mujer que cuando se separó, a los 41 años y con dos hijos, el solo hecho de poder coordinar una cita con alguien le parecía algo salido de una película de ciencia ficción.

 

“Es un mal de este tiempo”, dijo la psicosexóloga Margarita Ripoll a galería refiriéndose a la epidemia de divorcios y la posterior vuelta a las canchas. “Tiene que encajar en un nuevo modelo de ser mujer, en un nuevo tiempo de vértigo, con una cantidad de demandas nuevas, de un ideal estético, de cómo están hoy los hombres posicionados, por lo menos en Uruguay”.

 

Existe una especie de patrón que siguen las mujeres que se separan; un patrón que va aggiornándose basado en las modas y unas exigencias que son cada vez mayores. Lo primero es anotarse en el gimnasio. Es parte casi imprescindible del “kit de reparación de la autoconfianza” para volver al ruedo. Entonces sí, se decide a incursionar tímidamente en la selva. No faltarán las bestias salvajes, pero si el recorrido se emprende con la actitud correcta, la adrenalina y la diversión están aseguradas.

 

La mitad de 80.Los 40, la edad en la que murió Jane Austen habiendo escrito al menos un clásico de la literatura, hoy son solo la mitad de la vida. O menos. Nadie osaría compararse con Jennifer Aniston, pero ella volvió a apostar al amor y lo encontró a los 42; a los 48 será madre por primera vez. 

 

Es innegable que después de un fracaso es difícil seguir confiando en el amor y no convertirse en una persona cínica y descreída. “Soy divorciada. Como sola, por lo general parada, en la cocina. No quiero un montón de pollo por todas partes”, dice Sarah, el personaje de Diane Lane en Se busca pareja, cuando en la carnicería le ofrecen las promociones de pollo para dos personas. A los 40 ya no cree cuando su padre le dice: “Hay alguien especial esperándote”. Tal vez se lo haya creído en la adolescencia, o antes de conocer a su marido, que tampoco resultó ser tan especial.

 

“El miedo a volver a sufrir está muy latente y eso nos puede hacer actuar a la defensiva, dejando pasar buenas oportunidades de relacionamiento”, dijo a galería la psicóloga Mariana Álvez, directora del Centro Psicología Positiva Uruguay. A veces, la sola idea de estar abierta para conocer a alguien con quien empezar de nuevo cansa de antemano. Hay personas que están muy bien solas, que no quieren saber de nada con volver a tener una pareja. Pero, si de verdad se quiere, es necesario hacer de tripas corazón y lanzarse a la aventura. “Quedarse encerrada en la casa no es la manera, a menos que te enamores del chico del delivery”, advirtió Álvez.

 

Ser otra.“Prender el fuego de la vida, del amor, del erotismo, requiere de una transformación, y esta implica cambiar la mirada, empezar a sacarse viejos patrones. Las mujeres tendemos a ser cuidadoras, a pensar ‘no tengo el cuerpo exacto, ya estoy grande, no voy a encontrar hombres, todos se van, buscan pendejas’. Toda esa cantidad de voces oprimen, perturban, inhiben. Si nos ponemos de ese lado, seguramente no vamos a convocar energéticamente la venida de un encuentro, o de pasar un buen momento”, explicó Ripoll.

 

Salir implica eso, salir. De la zona de confort, de las viejas rutinas, de las previsiones que se tenían del futuro. Es un desafío y puede ser, también, una liberación, con toda la emoción que puede traer conocer a alguien interesante. “Ahí está la mujer que sale gozosa de sí a la búsqueda. Tiene que saber que tiene que tener la expectativa de lo nuevo, de lo distinto, que puede ser por una noche, que puede ser por un tiempo. Despojarse un poco de los prejuicios y de aquello a lo que estuvo acostumbrada, a un marido, durante el tiempo que no salió al rodeo”, dijo Ripoll.

 

Y ahí está ella. Un poco aterrada. El miedo a lo desconocido es algo tan humano como el miedo a las arañas o a las agujas, y tanto o más paralizante.

 

Y ahí están sus amigas, recordándole el tiempo que lleva sola, los meses que ha malgastado en un duelo infructuoso en lugar de estar divirtiéndose. El flirteo es una práctica, es cuestión de aceitar el engranaje para que después fluya y hasta se vuelva un juego entretenido. Adictivo, dicen algunos.

 

Según Ripoll, esa dinámica se aprende y es parte del desafío que enfrenta la mujer en estas circunstancias. Es parte de ese descubrimiento, de tener claro que las expectativas no pueden ser las mismas que a los 20, de que los tiempos son otros y las experiencias serán distintas; es parte de la construcción de ese nuevo modelo, y es todo un trabajo.

 

Disco lleno. Aunque cuando se ponga en Google “tips para encontrar pareja a los 40” aparezcan fotos de personas de la tercera edad riendo sin motivo. Aunque las destroce un animal salvaje (no hay que olvidar que “esto es la selva”), confiar en que lo mejor está por venir es, en parte, el quid de la cuestión. Que los fantasmas del pasado se queden en el pasado, y no sofocar las ilusiones cuando empiecen a asomar. 

 

Un aspecto a no perder de vista es que, a los 40, uno ya no es una hoja en blanco. Los hombres no lo son y las mujeres tampoco. Existe una historia y existe un pasado que en muchos casos no se puede cerrar del todo porque hay hijos de por medio.

 

En el caso de los hombres, el miedo al compromiso no es, según Ripoll, un mito, sobre todo a partir de los 45. “Todo lo miden por la pérdida económica, los hijos, las pensiones que tienen que pagar, las horas que tienen que trabajar para darles a sus ex y a sus hijos y el tiempo que tienen para su propio disfrute. A veces tienen que restringir su economía y a veces hasta su proyección a futuro. Entonces, en ese movimiento de no comprometerse, lo que hacen es como un escondite”. Para ellos tampoco es fácil rearmarse después de una ruptura, está claro.

 

La psicosexóloga explicó también que no todos los hombres buscan mujeres más jóvenes, porque muchas veces eso quiere decir que ella querrá tener hijos, y para él implica tener que embarcarse en un proyecto de vida y empezar de nuevo, algo que a veces asusta. “Escucho a amigas que terminan programando la realidad con su discurso, como mandando al universo: ‘No hay hombres’, ‘todos se van con las jóvenes’, ‘hay una falta de hombres potentes’, o ‘mejor no salir porque no nos van a prestar atención a nosotras’. Yo creo que son todos escondites por el miedo que les da mostrarse, socializar y verse feliz con lo que son, con ellas mismas”. Los efectos del autoboicot pueden ser arrolladores.

 

Puntos de encuentro. “No quiero estar saliendo con este y con aquel, quiero enamorarme. Quiero despertar junto a alguien y verlo sonreír. Hacer lo del desayuno del domingo, ir por el diario, quedarnos en la cama todo el día”, dice Sarah en Se busca pareja. Es casi instinto de supervivencia querer saltearse la etapa de las citas, y más si son a ciegas. Las presentaciones incómodas que organizan algunos amigos son un juego de niños al lado de los encuentros generados a partir de una app con quien es, en definitiva, un extraño. Pero son una herramienta útil cuando la edad y las circunstancias hacen que las salidas de scouting sean difíciles de concretar.

 

Hay quienes sostienen que las góndolas del supermercado son un buen lugar para conocer hombres disponibles.“Jorge Traverso conoció a su mujer en el supermercado”, decía Tessa García en su libro Cómo conseguir un novioen el súper, paso por paso(2013). “Parece que se vieron, se hablaron y quedaron en reencontrase a cierta hora en tal góndola, no creo que en la de productos de limpieza. No hay estudios, pero es probable que la gente se enamore más en los supermercados que en los boliches”. 

 

De las reuniones de padres y de los cursos cortos han surgido también unas cuantas parejas de más de 40. Sacar a pasear un perro —propio o ajeno— parece ser también un buen recurso. Aunque la verdadera acción se habría trasladado —según los entendidos en esto de los mejores escenarios para encontrar el amor— de manera más notoria a los gimnasios. La transpiración no parecería ser un obstáculo en esto de la conquista de aparato a aparato, o de mat (lo que antes del boom del yoga solía llamarse colchoneta) a mat. No es casualidad que hoy los outfits para el gym levanten la cola y estilicen la figura.

 

Según Ripoll, a esta edad cambian los ámbitos de encuentro y ya no suelen darse en la noche sino a plena luz del día. “Puede ser desde un coro hasta el club, el gimnasio o la maratón, estos lugares que dan pertenencia y más seguridad, una posibilidad distinta que tiene la competencia de la noche”.

 

El mismo amor.Aunque a veces no abundan las presentaciones de amigos —porque el repertorio de solteros o solteras conocidos no es tan amplio o porque a los intermediarios no les divierte hacer de celestinos—, estas suelen ser el método más exitoso para conocer a alguien y que funcione. 

 

En cuanto a las aplicaciones de citas (como Tinder y Happn), Álvez recomienda no eternizar los chats, porque muchas veces la cosa termina en desilusión al conocer a la persona cara a cara. “Para que el amor despierte necesita de la conexión a través de la mirada del otro, cuando vemos a los ojos a alguien se activan conexiones neuronales y entran en juego las neuronas espejo. El contacto físico, la comunicación y el compartir experiencias es lo que nos ayuda a construir el amor. Cuando estamos días o semanas solamente hablando detrás de una pantalla podemos hacernos una idea equivocada de esa persona, o estamos perdiendo la posibilidad de hacer todo el trabajo de conexión real que solamente se obtiene mediante el encuentro cara a cara”.

 

Eso de enamorarse de nuevo no es fácil. Lo más probable es no enamorarse del primero que se conoce, ni del segundo. Y si a esto se suman las experiencias fallidas del pasado y los miedos, hay quienes se rinden antes de empezar. “Esta es una generación bisagra que tiene mucho miedo a reincidir. Y como es bisagra, tiene mucho del modelo materno, por un lado, y a la vez tiene mucho del impacto de que todo es descartable”, opinó Ripoll. “La mujer siente que tiene que salir, tiene que hacer, tiene que rendir, tiene que ser una atleta sexual. Y yo creo que no es ni una cosa ni la otra. A esta edad la mujer está más consciente de su propio placer, puede pedir mucho más, puede decir que no a lo que no quiere, y justamente puede gustar y hablar y comunicarse y decir lo que sí y lo que no”.

 

O sea que hay que perseverar si se quiere querer de nuevo sabiendo lo que se quiere, y teniendo claro también lo que no se quiere en una pareja. Ahí está el aprendizaje. Pero nunca encarar esta etapa con apuro. “La soltería es una buena situación para reencontrarse con una misma. Para poder hacer un mea culpa y comprender cuáles son las actitudes o pensamientos que hay que modificar para tener un vínculo sano. Para evaluar cuáles son las creencias que tiene sobre sí misma y las relaciones, y analizar cuál es su patrón de elección de pareja, que muchas veces suele ser negativo, por eso fracasan las relaciones. No hay que dejarse atrapar por la ansiedad, conocer a varias personas pero con actitud neutral, sin demasiado pesimismo pero sin excesiva idealización”, dijo Álvez.

 

Las etapas del amor serán las mismas que las que pudo haber vivido en sus experiencias primeras, porque en esto no inciden la edad ni el equipaje emocional. Una vez pasada esa primera etapa de cinismo poseparación, es bueno soltarse, volver a creer y volver a confiar.

 

Es todavía una magia ver qué nos une a quién con quién, porque hay algo que está más allá de lo programado con la cabeza”, dijo Ripoll. “Son los dictámenes del corazón, y vaya a saber qué trae uno en su atractivo que hace que se junte con alguien y no con otro. Hay que sentir que hay lugar para todos en el mundo, y desde esa posición la idea es que cada una salga a buscar lo que desea cuando es consciente de que lo desea, pero desde un lugar valioso”.

 

Y desde ese lugar, buscar y eventualmente encontrar lo que la haga feliz. Eso sí, afortunadamente, está sujeto a la libre interpretación de cada una.

 

La puesta a punto. Hay  algo de necesario para la autoestima y de siniestro y complaciente en la preparación a la que las mujeres sienten que tienen que someterse antes de “volver al mercado”.

 

Ese proceso que empieza con un profundo y exigente análisis frente al espejo sigue con la inscripción inmediata en el gimnasio. La mujer irá cuando pueda, cuando no esté con los hijos, cuando no tenga que hacer el surtido, cuando el agotamiento y el sofá frente al televisor no la absorban por completo.

 

Una vez organizada esta rutina, sentirá que no es suficiente. Evaluará tratamientos estéticos, evaluará su umbral de dolor y lo pondrá en la balanza con los resultados prometidos. Decidirá que los necesita y se dispondrá a sufrir.

 

Leerá algo sobre las nuevas generaciones y la depilación, y empezará a considerar el brazilian wax(total), al que siempre se opuso un poco por principios y otro poco, también, por miedo a ese tirón rápido pero inhumano. Decidirá que lo necesita y, una vez más, se dispondrá a sufrir.

 

Revisará su cajón de ropa interior y concluirá que su contenido está totalmente obsoleto. Irá por un recambio total. La vendedora le resaltará todos sus supuestos defectos físicos antes de recomendarle la mejor bombacha y el mejor soutien para su cuerpo imperfecto. Los que más realcen sus míseros atributos. Dejará el local con varias bolsas y nada de amor propio. El sentimiento le durará minutos. Eso de reconstruirse se ha vuelto su mayor virtud.

 

El gimnasio: el nuevo boliche

¿Por qué ahora los gimnasios son el único lugar de conquista de la ciudad? (Why the gym’s now the only pick-up joint in town), tituló el diario británico The Times un artículo que, en agosto de 2017, daba cuenta de un fenómeno que ya está instalado en buena parte del mundo. Allí, la terapeuta sexual y de parejas Tracey Cox decía que “ejercitar y tener sexo producen los mismos resultados fisiológicos: transpiras, el corazón se acelera, la sangre bombea por todo tu cuerpo. El cerebro piensa ‘¿él/ella está teniendo sexo o ejercitando?’, después, por las dudas, libera químicos vinculados al amor y al deseo. Esos químicos son poderosos”. Se refiere a las endorfinas, las hormonas de la felicidad.

 

Harry Jameson, entrenador personal de las estrellas, decía en la misma nota que “los gimnasios son entornos sexualmente muy cargados”, y una de las entrevistadas aseguraba que son “los boliches para la mediana edad”. “La crisis de la mediana edad implica ejercitar una cantidad embarazosa de tiempo porque estás tratando de esquivar la mortalidad. Tus hijos están más grandes y necesitan menos atención... ¿Qué otra cosa vas a hacer con tu tiempo?”.

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