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La mayoría de las personas viven sus vidas enteramente bajo el capricho de los demás, motivados por la culpa, por la búsqueda de amor y aceptación incondicional de un montón de personas que quizás ni siquiera sepan darnos lo que estamos buscando. ¿Se han puesto a pensar en lo agotador que es intentar complacer a todo el mundo todo el tiempo cuando todos desean cosas diferentes? Simplemente esto es un imposible.
No importa cuánto nos esforcemos, que tan maravillosos, inteligentes, seductores, cariñosos, fieles, talentosos, siempre habrá alguien que no apreciará nuestra manera de ser, que se sentirá amenazado, a disgusto, o simplemente encontrará el más mínimo detalle para despreciarnos.
¿Comprenden la importancia de no tener que prestar atención a todo lo que piensan, dicen y hacen los otros? Cuando realmente aprendemos a dejar de escuchar a los demás con sus comentarios negativos, cuando aprendemos a amarnos tanto que somos capaces de ver nuestra propia luz, es cuando somos libres. Estar pendientes de los otros lo único que va a hacer es que seamos personas frustradas.
Ahora, no estoy diciendo que seamos sujetos frívolos y crueles, simplemente quiero invitarte a pensar en ti primero, porque la única manera de realmente ayudar a alguien es cuando nosotros estamos fuertes. Y creo que los demás también se merecen ver lo mejor de nosotros, si somos felices, inevitablemente contagiaremos esa energía a los otros, o estaremos tan complacidos con nuestra vida que aprenderemos a ver las cosas de otra manera y esa sabiduría fácilmente podrá ser trasmitida a los demás.
Si somos personas tristes eso también los transmitiremos a los que tanto queremos complacer, si cambiamos nuestra personalidad y relegamos nuestros anhelos, al otro le estamos mostrando una máscara, una mísera parte de nuestro ser y ni siquiera les damos la oportunidad de que vean quién realmente somos.
Ser sanamente egoísta es aprender a decidir qué es lo que queremos de la vida, es proclamar nuestro deseo de ser feliz, es hacer lo que realmente queremos sin tener que fingir que no deseamos eso, es ser libres, es ser honesto con uno mismo, es la oportunidad de ser fuerte, de convertirnos en personas seguras, es ser tan poderoso que hasta nos queda energía para brindarsela a los demás.
No caigas ena la trampa de que tienes que solucionar la vida de los otros antes que la tuya, porque eso es simplemente una excusa que nos ponemos para evadirnos de nuestros propios problemas. Primero debemos “arreglarnos” a nosotros antes de intentar solucionar las cosas a los otros.
Somos seres que vivimos en comunidad y en cierta medida es inevitable buscar que los demás nos acepten, sin embargo, llega un punto en que este deseo se nos escapa de las manos e incluso lo que opinan los otros pasa a ser tan relevante que comienza a ejercer una influencia desmedida sobre las cosas que hacemos, sobre lo qué decidimos, sobre cómo actuamos.
Imagínate todo el tiempo medir tus acciones, medir tus palabras, bajo el velo de los ideales de los demás, es una tarea titánica pretender que la gente te acepte todo el tiempo ya que al ser todos tan distintos, con nuestras propias características e ideologías, es inevitable que tarde o temprano hagamos algo que no será aprobado por alguien. Es ahí cuando entra la frustración, pensamos que no somos lo suficientemente buenos para los otros, que seguramente hicimos algo terrible para que nos desprecien y en algunos casos extremos hasta podemos creer que no nos merecemos que nos amen. Ten en cuenta que en la mayoría de las ocasiones este no es el caso, simplemente alguien no concuerda contigo o es incapaz de ver lo maravilloso que eres.
En esta búsqueda sucederá que muchas veces aceptarás hacer cosas que realmente no deseas hacer, tratarás de moldear tu personalidad de acuerdo a la ocasión para ser agradado por los otros, cualquier comentario un poco negativo puede significar para ti un rechazo. Todas estas acciones te conducirán a un despreciable desenlace: hará que te pierdas a ti mismo en el proceso.
¿Por qué buscamos con tantas ansias la aceptación ajena? Porque necesitamos que nos demuestren que somos valiosos e importantes, cuando decidimos que sean los demás quienes juzguen nuestros actos, cuando decidimos que primero vale la opinión externa antes que la nuestra.
Quienes más proclives están a caer en este camino son aquellos quienes no han logrado aún fortalecer su autoestima. Así que uno de nuestros pilares para escapar de este círculo vicioso radica en trabajar para potenciarla. Entre las maneras que tenemos de lograr este propósito encontramos que es muy útil comenzar a reconocer nuestras fortalezas en el amplio sentido de la palabra, es vital que sepamos aplaudir nuestros logros y no minimizarlos.
No pierdas el tiempo intentando agradar a los demás, para variar, comienza haciendo aquello que te agrada a ti. Atrevete a derrotar esos pensamientos negativos que te paralizan y comienza a conocerte a ti mismo, a quitar esos prejuicios que has ido formulando contra tu propia persona y comprender que existe mucho más en ti de lo que crees. Si vas a medir quién eres, intenta ser lo más objetivo posible, no lo hagas desde una visión pesimista limitante ni lo hagas basándote en lo que los demás pretenden que tú creas sobre ti mismo.
Invierte tu tiempo en descubrirte a ti mismo, a prepararte para lo que deseas hacer, a sentirte cada día un poco más seguro simplemente haciendo las cosas que te conducen a este camino. Por ejemplo, si sientes que no estás preparado para determinada tarea busca las herramientas para preparte de a poco, la inseguridad puede ser olvidada poco a poco si realizamos actos que denoten seguridad de nuestra parte.
Una de las maneras más prácticas de fortalecer nuestra autoestima es demostrarnos a nosotros mismos de que somos capaces de superar desafíos. La clave radica en primero pensar en metas alcanzables pero lo suficientemente difíciles como para que tengamos que poner esfuerzo de nuestra parte. Cada logro obtenido cuenta y nos hace sentir mucho mejor a la hora de evaluarnos.
Debemos tener confianza en nosotros y tener mucho cuidado a la hora de asumir lo que los demás piensan o sienten por nosotros. Si vemos el mundo desde la perspectiva del pesimismo, podemos sin quererlo convencernos de que los demás no nos quieren, o nos ignoran o no somos importantes para nadie cuando muchas veces estas valoraciones nuestras se alejan demasiado de la realidad.
Recuerda primero estar de acuerdo contigo mismo y vivir tu vida en concordancia a tus propios ideales, quienes te quieren te aceptaran por quién eres, con todos tus defectos o virtudes, quienes no te aceptan no lo harán por más que busques convertirte en otra persona, es una batalla perdida de antemano que no vale la pena. Todos los días trabaja en ti mismo, piensa en aquello que te enriquece como persona, nútrete, amate, respétate. Ser sanamente egoísta es simplemente cuidarse y escucharse más.
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