Enseñar para la vida

Todos queremos lo mejor para nuestros hijos. Queremos que sean felices. El  brindar una buena educación es parte de ello; pero ¿Qué es una buena educación? Muchas veces nos enfocamos en que el niño aprenda habilidades académicas pero la inteligencia no es solo ello, existe la inteligencia emocional la cual es importante estimular.

¿Por qué?

Los niños con habilidades emocionales tienen una autoestima mayor, tienen más confianza en si mismos  y eso conlleva mayor éxito en la escuela. Esto también permite el desarrollo de adultos responsables.

La buena noticia es que estas habilidades son aprendidas también y como adultos referentes (profesionales, educadores y padres) tenemos mucho que aportar.

Desde la etapa infantil es posible favorecer la capacidad de los niños para comprender y regular las emociones, la tolerancia a la frustración y el auto-control.

¿Cómo trasmitir recursos emocionales a nuestros hijos?

1. Desarrollar la comunicación. La comunicación en la familia es fundamental. Es importante que aprendan desde chicos el diálogo abierto y basado en la confianza. El niño debe aprender a dar su opinión en voz alta sin miedo, ofreciéndole comodidad para que puedan expresar lo que le sucede.

2. Reconocer emociones básicas. A través de la lectura de cuentos y la muestra de imágenes, es posible trabajar con el niño en la detección de las emociones de los demás y en el mismo, tratando de comprenderlas.

3. Nombrar las emociones. Es importante que el niño de un nombre a lo que siente. Si está enojado, y hace un berrinche, es importante como padres verbalizarlo y ponerlo en palabras (“estas muy enojado por que…).

4. Desarrollar empatía. Es posible razonar continuamente con ellos a través de preguntas ¿Cómo crees que se siente “tal persona” tras lo que le has dicho?

5. Controlar la ira. Ya desde los 6 meses, se comienza a desarrollar la “rabia” en los niños. Es importante que ellos aprendan a canalizarla y son los padres quienes pueden ayudarlo en este proceso a través de los límites y el habla continua. Los niños entienden mucho más de lo que pueden expresar. Es importante dar cuenta que muchas veces las emociones desbordan a los niños: gritan, hacen rabietas y resulta difícil controlarlos. Lo importante es no reforzar esta situación, sino que una vez terminada esta “escena”, hay que enseñarles que antes de gritar y llorar, es mejor expresar de otra forma lo que les sucede.

6. El ejemplo. Más allá de lo que hablamos con los niños, estos aprenden a través del ejemplo. Las acciones de los adultos referentes son fundamentales a la hora de que ellos logren reconocer y regular sus emociones. Es importante cuidar lo que se hace. De nada sirve plantearles que gritar no es una estrategia saludable, si ellos observan a los adultos gritar. Es fundamental ser coherentes en el decir y el hacer.

“Dar ejemplo es no la principal manera de influir sobre los demás, es la única manera” (A. Einstein).