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La vida luego de ser dos

En Uruguay hay más de 180.560 personas viudas. ¿Cómo sigue la vida luego de la muerte de una pareja?- Por: Soledad Gago

Se supera pero no se olvida. El tiempo calma, dicen todos, pero nunca se olvida. Ser uno después de haber sido dos por "casi toda la vida" es algo que se tiene que aprender. Hacer el duelo, darse tiempo, aceptar la muerte y acostumbrarse a estar solos, también. Sin embargo, no es algo que se logre de la noche a la mañana, sino que implica un proceso que varía según la persona y las circunstancias.

La muerte de una pareja es una de las "experiencias más complejas" que alguien debe enfrentar, explica la psicóloga Mariana Álvez; especialmente si son adultos mayores, que en general compartieron gran parte de su vida. Con el fallecimiento de uno de los dos, "hay rutinas que se pierden, hay parte de la vida que se pierde. Se declinan mucho", sostiene Graciela Acosta, médica geriatra y presidenta de la Sociedad Uruguaya de Gerontología y Geriatría. Sin embargo, dice la especialista, tienen la capacidad de rearmarse. "Yo no he tenido pacientes que hayan fallecido por la muerte de su pareja", cuenta.

En Uruguay, la viudez es un tema principalmente femenino. Según la investigación "Situación conyugal actual en Uruguay" (2013), realizada por el Centro de Investigaciones en Economía Aplicada de la Universidad de Montevideo, en el país hay 180.567 personas viudas de casamiento, de las cuales 84, 9 % son mujeres. Además, hay 10.023 personas viudas por unión libre: 73,6% son mujeres y 26,5% hombres.

Rehacer la vida luego de la muerte de una pareja lleva su tiempo. A algunos les lleva un año, a otros un poco más o un poco menos. Lo cierto es que no hay claves ni fórmulas para salir adelante, más que encontrar redes de apoyo y mantener la cabeza ocupada. "Hacer el duelo solo nunca es bueno", dice Acosta. "La idea es que no estén solos si no lo desean. El apoyo y el amor de la familia o amigos es muy importante", agrega. Y eso es lo que todos dicen: salieron adelante por sus hijos, nietos y amigos, pero también gracias a ellos. Y, aunque nunca vuelve a ser igual, el tiempo alivia y la vida sigue.

El principio.

Elena (foto principal) no recuerda muy bien qué hizo luego del entierro de Carlos Alberto. Incluso, tiempo después se lo preguntó a alguien, pero tampoco lo retuvo. "Yo creo que uno bloquea algunas cosas", cuenta.

Se habían puesto de novios cuando ella tenía 16 y él 22. Ocho años después se casaron y vivieron juntos hasta 1993, cuando Carlos Alberto tuvo un accidente y falleció a los 66 años. "Yo desde ese día digo: hoy estoy y mañana no sé. Él estaba bien de salud, regio de aspecto, siempre fue un hombre muy lindo y se conservaba bien porque era muy coqueto y un día ya no estaba más. Yo tuve la sensación de que me arrebataron algo", recuerda, sentada en un apartamento en Pocitos que alquila hace 20 años.

Elena (85) dice que el primer tiempo no quería ni siquiera salir de su casa; un día se dio cuenta de que sus hijos, Gabriel y Gerardo, estaban todo el tiempo con ella. "Ellos eran de salir y yo veía que no salían más, que estaban conmigo siempre. Entonces dije: ellos están acá por mí; tengo que demostrar que puedo salir de esto, porque yo perdí a mi marido, pero ellos también perdieron a su padre".

La psicóloga Álvez sostiene que "durante el primer año de duelo el adulto mayor puede estar deprimido, angustiado y hasta tener reacciones fóbicas". Y es necesario que puedan tener ese tiempo. "El duelo nunca se medica, se acompaña. No se da un remedio para que la persona no tenga dolor", agrega la médica Acosta.

Conrado perdió a su esposa Adriana después de estar casados más de 20 años. A él también le pasó: "No me acuerdo prácticamente ni del velorio ni del entierro. Sé que había más de 100 personas y yo me acuerdo de 10, más o menos. Es raro porque soy de muy buena memoria", dice hoy, diez años después.

Conrado y Adriana estaban acostumbrados a repartirse todas las tareas de la casa y las actividades de sus hijos, Eliana y Emiliano. "Teníamos una vida en común y después de que ella falleció todo recayó en mí". Dice que el primer año fue muy duro, que no estaba acostumbrado a hacerse cargo de todo solo, que era difícil no tener en quién apoyarse. Sin embargo, sus hijos fueron su gran sostén y él, el suyo. "Salí adelante haciendo cosas, no pensando, manteniéndome ocupado, busqué distraerme por todas las vías".

La distracción y la búsqueda de actividades que ayuden a mantener la cabeza ocupada es algo que se repite. Y, aunque al principio resulte difícil tomar la iniciativa, refugiarse en alguna tarea o entretenimiento, parece ser una de las formas para que el tiempo pase de otra manera. "Es vital buscar redes de apoyo que no son afectivas, como ir a clases que sean grupos, hacer gimnasia, por ejemplo", explica Acosta. Y eso hizo Tania (74), de Melo. Cuando su esposo se enfermó en el año 2001, ella había empezado un taller de pintura, algo que siempre le llamó la atención pero que nunca había tenido la oportunidad de realizar. "Después de que falleció el dibujo me ayudó mucho. Hay que buscar cosas para hacer porque no hay más remedio que salir adelante". De ese taller, salió un grupo de cuatro pintoras que empezaron a trabajar juntas y a exponer sus obras.

Para Julio, que tiene 74 años y vive en Nueva Helvecia, los domingos eran el peor día para estar solo desde que falleció Raquel; por eso aprovechaba el fin de semana para hacer todas las tareas de la casa y mantener la cabeza ocupada.

Raquel y Julio se conocieron cuando ella tenía 15 y él 17. Después de seis años de novios, se casaron y tuvieron tres hijos. Raquel murió del corazón a los 65. También era un domingo y, recuerda Julio, era el Día del Padre. Al principio, dice, esa fecha era difícil de superar. Al principio, se corrige, todo es horrible. "Yo no sabía qué hacer. El primer año es muy duro. Te levantás de mañana y no está. Nosotros desayunábamos juntos, almorzábamos, merendábamos y cenábamos juntos, tomábamos mate juntos". Sin embargo, una vez más, el tiempo cura. "Vos sabés que el tiempo no te hace olvidar, jamás vas a poder olvidar, pero sí le pone un manto de calma a ese dolor y queda un recuerdo muy grato de todo lo que vivimos juntos".

Afrontar la vida solo, dice Álvez, genera inseguridades y "una sensación de soledad profunda. También puede generar una fluctuación económica negativa y las personas sienten que han perdido su apoyo emocional". Así, Elena cree que después de tantos años, pudo salir adelante con el apoyo de su familia y de sus amigas: "Ellas me han salvado muchísimo".

Después de tanto tiempo, ¿dejó de sentirse sola?

Sabés lo que pasa, hay una cuestión. Los hijos y los nietos siempre están pendientes, si no es un llamado, vienen a verme, siempre están. Pero el compañero no se sustituye con nadie. Un nieto una vez me dice: "Yo me siento tan orgulloso de vos, porque te quedaste sola, siempre queriendo a tu marido". Yo me quedé sola, sí, pero porque tuve la mala suerte de hacer comparaciones, entonces nunca encontré a nadie igual que él. Pero es brava la soledad, siempre se siente, porque lo que vos conversás con un compañero, o las salidas que teníamos, que podían ser simples o no, no se tienen con los hijos ni con nadie más. El compañero es el compañero, y más cuando pasamos tantos años juntos.

Con el tiempo.

En diciembre Diva cumple 85 años y quiere festejarlo. Hace seis que decidió dejar Carmelo, donde nació, para mudarse a Montevideo. La decisión no fue fácil, dice. Pero lo cierto es que en su ciudad había empezado a sentirse sola. "Mis hijas estaban acá con su familia y los nietos y para estar sola allá dije, bueno, acá al menos voy a estar en contacto con todo el mundo". Ahora, en su casa de la capital, Diva pasa mucho tiempo con la computadora y el celular; por Facebook ha logrado conectarse con amigos que no veía hace tiempo y se envía fotos con sus biznietos que viven en Mercedes.

Todos los cuadros de su casa están pintados por ella. Eso, la pintura, es algo que la entretiene mucho. En el living hay un piano, pero ella no lo toca. Se dedicó a la música durante muchos años, pero su escenario eran los coros. Fue, justamente, el Coro Vocacional de Carmelo lo que la ayudó a salir adelante luego de que Eduardo, su esposo, falleciera hace 23 años. "Después de eso estuve un buen tiempo que no quería nada. Solamente con los coros fue que pude salir, pero al principio ni siquiera quería volver a cantar".

Acosta sostiene que "la idea es que con el tiempo las personas puedan retomar las actividades que realizaban antes (de la muerte de la pareja) o al menos algunas de ellas". Y así, de a poco, volver a tener la vida que se llevaba.

Pero, ¿cuándo termina el duelo?, ¿cómo saber si ya se realizó?, ¿es igual en todas las personas?. "El proceso suele iniciarse inmediatamente, o en algunos casos pueden transcurrir unos meses antes de que la persona reaccione a su nueva realidad", explica Álvez. Si bien es algo que depende de cada uno y sus circunstancias, la especialista sostiene que el duelo ha sido "correctamente elaborado cuando la persona poco a poco ha ido reestructurando su vida, cuando ha logrado tomar conciencia de la muerte, acepta por completo la pérdida y la incorpora a su nueva realidad de una manera menos dolorosa". Con respecto a esto, Acosta agrega que el duelo finalizó cuando "uno recuerda a la persona querida con el cariño de siempre pero (la pérdida) ya no es una herida abierta".

Después de un año de la muerte de Adriana, Conrado se dio cuenta de que estaba viviendo sin ella. "Con el tiempo uno aprende que a la muerte hay que aceptarla y no entenderla. Si buscás entender la muerte te volvés loco, te guste o no tenés que aceptarla. Es una de las maneras más sencillas de poder salir adelante", dice.

Dos años después, Conrado conoció a Lourdes, empezaron una relación y luego de un año y medio, se fueron a vivir juntos. "Yo siempre hablé con los gurises sobre esto y ellos lo aceptaron sin ningún problema. Se llevan muy bien con Lourdes", cuenta.

Él trabaja en la construcción y había hecho por su propia cuenta el hogar que compartía con Adriana y sus hijos. Cuando decidió mudarse con Lourdes, le dejó la casa para Eliana y refaccionó el garaje para Emiliano. "Los dos se quedaron con una casa, en realidad".

Julio, en tanto, también logró iniciar una nueva relación. "A medida que pasa el tiempo te va entrando como una calma. Ahora me encuentro muy bien y muy a gusto. Una relación no es igual a la otra, pero eso no me impide vivir momentos felices con mi señora actual", dice.

Para Elena la vida no volvió a ser la misma, pero se aferró a sus seres queridos y se animó a recorrer el mundo. Un año después de la muerte de Carlos Alberto, luego de que una amiga le recomendara ir a visitar a una señora que hacía "cromo terapia", y después de empezar a sentirse mejor, un matrimonio amigo la invitó a viajar con ellos a Maceió y Recife. "Hasta ahora seguimos siendo amigos, ella es como mi hermana de la vida. Siempre salíamos los cuatro juntos. Con ellos habíamos ido a Brasil, porque a mi marido no le gustaba viajar, pero con Brasil era como un enamoramiento. A Río fuimos ocho veces", cuenta entre risas Elena. Es que Carlos Alberto trabajaba en Pluna y tenía "los pasajes gratis". También los tenía para viajar a Europa, pero él siempre elegía Brasil. "A mi marido lo hacía feliz y por eso a mí también".

Aceptó viajar con ellos. Después se fue a Cuba con otra de sus amigas, a Chile, a Alaska, a España. Allí se tomó sola una excursión desde Valencia para conocer Astorga, el lugar donde nació su padre. No le molesta viajar sola. Incluso en esa excursión era la única uruguaya, y cuando terminó todos la abrazaban y le pasaban sus contactos para volverla a ver.

Para Diva salir adelante implicó alquilar parte de su casa en Carmelo para estudiantes que vinieran de afuera y así no estar sola. "Durante años me acompañaron, éramos muy compañeras. Si bien ellas estaban independientes en un apartamentito que yo tenía en el fondo, siempre charlábamos en la cocina".

Implicó, además, volver a cantar, volver a viajar con el coro en el que había estado junto con su esposo desde que se fundó, cuando eran novios. Hasta ahora Diva guarda una foto en blanco y negro de esas épocas. No sabe muy bien de qué año es, pero calcula que ella tendría no más de 30. Allí, adelante del emblemático puente giratorio de Carmelo, se la puede ver a ella, a su esposo, al director del coro— "un joven con mucho talento"— y a todo el grupo.

Pero también, salir adelante implicó cambiar de ciudad para no estar sola. Dejar el lugar en el que nació, vivió su vida, se casó y tuvo a sus cuatro hijos.

En el caso de Tania, rehacer su vida supuso aferrarse a su familia, especialmente a sus hijos, a sus 10 nietos — "de todas las edades que te imagines" —y a sus pinturas. Incluso ahora está incursionando en la escritura a través de un taller de literatura. "Son cosas que siempre me interesaron pero que nunca tuve la oportunidad de exteriorizar".

Sea viajar, pintar, conocer a alguien, o escribir, aceptar la pérdida y seguir adelante es parte del proceso. "El duelo no es lineal, existe mejoría y retroceso, puede parecer que la persona esté saliendo y volver a recaer en su dolor. Con el paso del tiempo el dolor en manejable, la pérdida se ha incorporado en la realidad y es posible recordar con nostalgia pero no con una tristeza paralizante", explica Álvez. De esta forma, la especialista sostiene que la familia debe ser cuidadosa a la hora de ayudar a las personas, y entender que el duelo es una transición: "Supone al mismo tiempo la terminación y la continuación de la vida". Por eso, dice la psicóloga, un rol "positivo de la familia implica la capacidad de tolerar la amplia gama de emociones" que se desencadenan con la muerte.

Si llegó hasta el final, ya lo habrá visto: no hay claves ni consejos. Cada persona sale adelante como puede. Se cae, se levanta, pero siempre sigue. Sin embargo, el tiempo calma, dicen todos, pero nunca se olvida.

Hacer de la tragedia una comedia.

En abril del año pasado la esposa del actor y comediante de stand up estadounidense Patton Oswalt, Michelle McNamara, falleció de forma inesperada. Oswalt quedó solo con su hija Alice, de siete años. Después de 18 meses, el actor hizo un número de stand up especial en el que habla sobre cómo fue la muerte de su esposa y cómo hizo para salir adelante. Se llama Annihilation (Aniquilación) y se puede encontrar en Netflix. En el medio del dolor y la nostalgia, el actor reflexiona sobre la era Trump, y cuenta los nefastos días que siguieron a la muerte de McNamara.

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