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Soledad ¿eterna compañía?

Está presente en las distintas etapas de la vida, no siempre con efectos negativos. También puede ser sinónimo de crecimiento personal.

DANIELA BLUTH

Los Beatles hablan de ella en su clásica Eleanor Rigby. Gabriel García Márquez la incluye en Cien años de soledad, la novela que lo hizo conocido en el mundo entero. Aristóteles la alude por omisión en su concepto del ser humano como un ser social. Sartre la presenta en su teoría del existencialismo. Martin Buber trabaja sobre ella en su obra Yo y Tú. Y además está presente, de una u otra manera, en infinitas historias personales, a las que llega siempre de una manera distinta. Es que la soledad, paradójicamente, existe de la mano de los seres humanos y aparece en diferentes etapas de la vida trayendo consigo efectos tan disímiles como personas hay en el mundo.

Más que un hecho o una situación, se trata de un estado de ánimo o mental. Para algunos, es una de las grandes amenazas de nuestro tiempo; para otros, uno de los mayores temores existenciales, como también lo es la muerte. La psicóloga Marta Herrera, especialista en pérdidas, la define como "la ausencia de un vínculo afectivo significativo" que suele aparecer asociada a dos "angustias básicas" del ser humano: el miedo al abandono y el miedo a la pérdida de identidad. El "otro", que en cada etapa está representado por alguien distinto -padres, amigos, pareja, hijos- es una pieza fundamental para crecer, desarrollarse y ser feliz, agrega (ver nota aparte).

Sin embargo, no siempre sentirse solo es equivalente a estar solo. "Se siente soledad cuando una persona no puede establecer un contacto social con el resto de las personas o cuando el contacto logrado no satisface, ya que una persona puede llegar a sentirse sola a pesar de que no lo esté realmente", dice Mariana Álvez, exponente de la psicología positiva.

NI BUENA, NI MALA. Aunque generalmente está asociada a la vejez, la soledad puede aparecer en cualquier etapa de la vida, incluso en la juventud. "Si la soledad se siente como algo no escogido, es difícil a cualquier edad. En los jóvenes se vive intensamente, como todas las emociones", dice Álvez. En la tercera edad, agrega, la soledad se mezcla con la resignación. "Como si ya fuera demasiado tarde para revertir la situación, como si la soledad marcara a fuego con su poder y no los dejara escapar".

En un mundo en que el tiempo, la independencia y la superación son valores indiscutidos, cierta dosis de soledad es valoraba y bien vista. "Permite la autorreflexión y el desarrollo personal, así como también facilita armar una vida `a la medida`, sin tener que hacer concesiones", explica la psicóloga social Verónica Massonnier. "Todo esto permite que el hogar unipersonal sea para algunos la alternativa elegida, por un tiempo o hasta que aparezca una compañía que supere los beneficios de la autonomía", agrega. Quizás esto explique el alto 12% de uruguayos que vive en hogares unipersonales, según datos del Censo 2011.

Además, y pese a tener mala prensa, no toda soledad es negativa. Para Herrera, la distinción es bastante clara: está la soledad "permanente e involuntaria" y aquella que es "transitoria y voluntaria", que puede llegar a tener efectos positivos. "La mala es aquella que te dice `No soy nadie para alguien`. Esa es la que como trabajadora de la salud me preocupa".

Cuando Victoria concretó el sueño de irse a vivir sola, un mes después de cumplir 27 años, estaba tan emocionada que no le importaba nada. Fantaseaba con la idea de su independencia desde los 15. Y aunque había tenido distintos proyectos, ninguno se había efectivizado. Finalmente encontró un apartamento que le gustó. Hizo cuentas y se animó. Ganaba 10 mil pesos e iba a pagar cinco de alquiler. Apenas le dieron la llave, se mudó, aunque ni siquiera tenía habilitada la luz eléctrica. Pasó los primeros días a oscuras, pero no lo sufrió. "Me parecía que mi independencia valía cualquier limitación material que tuviese que pagar", recuerda.

Hoy, cuatro años más tarde, asegura que 80% del tiempo que pasa sola, disfruta estar así. Y aclara: "A menos que esté atravesando el duelo por una separación, en cuyo caso, el 80% del tiempo que estoy sola, odio estar así". Cocina, ordena, lee, escucha música o mira la tele cuando quiere y sin dar explicaciones. Tampoco le disgusta ir sola al cine, al teatro o a pasear por la ciudad. "Creo que siempre es así cuando uno está solo por elección. Si la soledad es impuesta, es diferente. Entiendo que la gente equipara sentirse solo con estar soltero, y viceversa, pero nunca lo vi así, porque me he sentido sola estando en pareja y me sentido muy en armonía conmigo estando soltera. Eso me ha llevado a pensar que para estar bien con otro, primero tenés que saber estar solo contigo mismo. Por eso me parece que vivir solo en algún período de la vida es un aprendizaje que está bueno, y que tampoco debe eternizarse...", reflexiona.

DESAJUSTE Y EMOCIÓN. Es que existen momentos y circunstancias en los que la soledad está estrechamente vinculada a la autonomía y la autodefinición. Son historias como la de la independencia de Victoria o de los miles de estudiantes que cada año llegan a Montevideo para estudiar en una universidad. "Es la soledad mezclada con la emoción de una etapa que comienza, llena de experiencias nuevas. Las personas crecen a través de esa situación", explica Massonnier.

Lo importante, coinciden los especialistas, es que detrás de cada paso haya un proyecto de vida. Cuando eso está, la persona puede tener la sensación de "desajuste" pero el objetivo final funciona como incentivo para seguir adelante. Algo de eso le pasó a José "Pepe" Barceló,que llegó de Treinta y Tres a Montevideo hace tres años para estudiar Medicina. "En esos momentos en que pica la soledad, sobre todo de noche, yo lo que hago es pensar que uno está en Montevideo porque quiere. Es cierto que al principio es medio complicado, pero uno está acá armando su futuro. Si lo elegimos, hay que seguir adelante", dice desde una sala de estudio de la residencia Conventuales, donde vive.

Agustín Cabrera,uno de sus compañeros de la residencia, todavía está en proceso de adaptación. Llegó hace menos de un año desde Salto, también para estudiar Medicina. Los 489 kilómetros que separan la capital de su ciudad natal hacen que sea difícil ir seguido de visita. "La gente de los departamentos más cercanos se va todos los fines de semana. Los sábados quedamos Salto, Artigas y Paysandú. Aprontamos el mate, compramos bizcochos y hablamos de la vida. Así se lleva, estando solo sería imposible".

En los períodos de soledad, las redes de pares -a cualquier edad y desde los amigos cercanos hasta los compañeros de trabajo-funcionan como un apoyo importante. "Las penas compartidas son menos penas", enfatiza Herrera. "Cuando te juntás con personas que están pasando por la misma dificultad que tú, encarás mejor la situación. Por eso existen los grupos como Alcohólicos Anónimos, los clubes de abuelos o las divorciadas salen con otras divorciadas", ejemplifica.

"Acá soledad no vas a encontrar", dice tajante Matilde Acosta sin levantar la vista de la caja de madera en la que está trabajando. Ella es una de las alumnas de la clase de pirograbado de la Universidad de la Tercera Edad (Uni3), que convoca a hombres y mujeres que buscan ocupar su tiempo libre en actividades que les permitan una instancia de disfrute. Algunos llegan para no estar todo el día frente al televisor, otros para "mover las neuronas" y otros para no escuchar el silencio de la soledad durante 24 horas. "La soledad hay que aprender a manejarla, hacerse amiga de ella y darle la vuelta, no dejar que te gane", reflexiona Acosta frente a sus compañeras de clase. En el salón de enfrente, la situación se repite. Pero algunas son aún más enfáticas: "Yo quisiera estar más sola para poder administrar mi tiempo, ser independiente y hacer todo lo que me gusta", dice Lilián.

A cualquier edad, la soledad es mala consejera, coinciden los especialistas. Puede generar angustia, depresión, ansiedad, complejo de inferioridad, pérdida de autoestima y enfermedades cardiovasculares. "La soledad es un buen lugar para encontrarse a sí mismo, pero un muy mal lugar para quedarse", dice Herrera. Para ello, sugiere encontrar un nuevo proyecto de vida o embarcarse en uno ajeno y tomarlo como propio: y allí aparecen los hijos, los nietos, incluso una mascota.

Según Álvez, es "sumamente habitual" ver personas que hacen "cualquier cosa" con tal de no estar solas. "Permanecer en vínculos abusivos, tanto físicos como psicológicos, vivir situaciones de dependencia, tolerar infidelidades, soportar vínculos con familiares tóxicos o amistades que poco contribuyen a la felicidad", enumera.

REALIDAD VS. ANHELOS. Uno de los cambios más visibles de la sociedad moderna es la pérdida de ese espacio llamado "casa grande", que podía integrar a los familiares "desprotegidos" por períodos más o menos acotados, analiza Massonnier. A esta situación, se suma un cambio en el estilo de vida, donde el trabajo es el gran protagonista y el tiempo la gran ausencia.

"El tiempo se va haciendo escaso y la visita a los abuelos queda limitada al fin de semana, la reunión con los amigos se posterga, el encuentro con la familia que vive lejos se hace más difícil. Y la soledad acecha, porque se está viviendo la `etapa del héroe`, los años dedicados a la carrera, al trabajo y a la construcción de la economía familiar", dice Massonnier.

Según la especialista, quienes hoy están envejeciendo son, justamente, las generaciones que dedicaron esa máxima energía al trabajo y en consecuencia menos tiempo para la familia, los amigos y para construir "ese sentido de comunidad" que oficia de sostén cuando llega la vejez. "Algunos señalan el individualismo o incluso el egoísmo de las actuales generaciones. Sin embargo, en los estudios aparece el antiguo y siempre presente anhelo de cercanía y redes afectivas. Tal vez los estilos de vida han conspirado para debilitar los medios para lograrlo, pero la expectativa de una red afectiva fuerte está presente", asegura.

MÁS HOGARES UNIPERSONALES

En Uruguay, 12% de la población vive en hogares unipersonales y 12% forma hogares de parejas sin hijos, según datos del Censo 2011. Eso significa que la cantidad de uruguayos que vive con su pareja y los que están solos es similar: 1.344.102 comparte el hogar con su cónyuge y 1.284.140 vive solo.

En cuanto a la cantidad de viviendas, entre 1963 y el año pasado aumentaron 52,4%, pasando de 765.325 a 1.166.292. Lo que no se incrementó es el tamaño del hogar promedio, que cayó de 3,39 personas en 1963 a 2,82 en 2011. Además, en Uruguay hay 190.592 viudos. En promedio, las mujeres sobreviven ocho años a los hombres.

Un ser social y que necesita del "otro" a lo largo de la vida

Desde que el filósofo griego Aristóteles estableció que "el ser humano es un ser social por naturaleza", el concepto se ha utilizado para definir y explicar la soledad, que aparece siempre ligada a la importancia de los vínculos y la presencia a lo largo de la vida de dos angustias básicas del hombre: el miedo al abandono y la pérdida de identidad, aseguran los especialistas consultados.

"El hombre nace en una situación de gran indefensión, de total dependencia de otro ser humano. Para que sobrevivir sea posible necesita de un `otro` que se haga cargo de él, tanto física como afectivamente", explica la psicóloga Marta Herrera. A medida que el niño crece y se relaciona con su ambiente, percibe cuánto depende de ese "otro" y surge así el temor a perderlo, el miedo a ser abandonado y "a sucumbir" si esa persona desaparece o deja de quererlo.

Además, el desarrollo de la autoestima también depende en gran medida de la aprobación y del aplauso "que hagan los otros que nos importan de los logros que vamos obteniendo a lo largo de la vida", agrega la psicóloga. "En el desarrollo de nuestra personalidad, el otro nos estructura", sintetiza.

En su obra Yo y tú, el filósofo austríaco-israelí Martin Buber señala que el ser humano siente necesidad del otro para tener una imagen completa de sí mismo. "Buber dice que sólo el otro nos puede ver la espalda. Es el concepto de que el otro nos completa".

Con el paso del tiempo, las personas "van estableciendo distintas identidades en función del otro": hijos de, hermanos de, amigos de, pareja de, padres de... "En cada etapa invertimos mucho afecto, pero ese equilibrio se mantiene en la medida que recibamos algo también. Los relacionamientos tienen que ser mayormente satisfactorios y confiables, si no no podemos sobrevivir", concluye Herrera.

TECNOLOGÍA

¿Cuán cerca estamos?

El debate en torno al uso de las nuevas tecnologías también tiene un punto de contacto con la soledad. Para la psicóloga social Verónica Massonnier, las generaciones jóvenes experimentan mucho menos soledad gracias a las redes de amigos, tanto físicas como virtuales. "La presencia del otro es continua, o está disponible a la escasa distancia de un SMS". Los estudiantes que se mudan del interior del país a Montevideo, sostiene, son un claro ejemplo de ello. "Su soledad, que existe sin duda, está en muchos casos suavizada por el uso habitual del celular y las redes sociales, por el contacto intenso con otros estudiantes o por -en muchos casos-la convivencia en viviendas compartidas".

Sin embargo, no todos ven en las nuevas tecnologías una tabla de salvataje a la soledad. Según la psicóloga Mariana Álvez, el uso generalizado de las redes sociales a veces es una excusa para evitar el contacto cara a cara y no hace otra cosa que "esconder" a las personas detrás de la "comodidad" de su hogar. "Quizás no se aplique a todos los casos, pero he visto cómo personas que participan activamente de una página en Facebook, por ejemplo, pocas veces aprovechan las oportunidades de los encuentros reales que puedan llegar a ocurrir".

LAS CIFRAS

12%

De la población de Uruguay vive en hogares unipersonales, según el Censo 2011. El porcentaje se repite para la cantidad de personas que forma hogares sin hijos.

72%

De las personas que viven en hogares de ancianos que "nunca reciben una visita", según una encuesta del BPS de 2007. Actualmente, el organismo está realizando un nuevo estudio.

14,1%

De la población uruguaya tiene 65 años o más, según el último censo. El índice de vejez es de 34% para todo el país, lo que significa que hay 34 ancianos cada 100 jóvenes.

411.128

Son los uruguayos mayores de 20 años catalogados por el INE como solteros porque nunca se casaron ni vivieron en unión libre. Los mayores de 12 en esta situación son 793.408.

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