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Primer acto: Juan Díaz cae del noveno piso. Segundo acto: Pedro Díaz cae del noveno piso. Tercer acto: Roberto Díaz cae del noveno piso. ¿Cómo se llama la obra? "Los Díaz pasan volando"/ ¿Cuál es el colmo de un sordo? Que al morir le dediquen un minuto de silencio/ Había una vez un hombre tan pero tan gordo, que cuando se caía de la cama, se caía de los dos lados/ ¿Qué es un circuito? Un lugar donde hay elefantuitos, caballuitos, payasuitos...
Si al menos uno de estos chistes le sacó una risa, atienda a lo que acaba de suceder: áreas de su corteza cerebral responsables de la memoria, zonas del hemisferio posterior izquierdo que ayudan a reconocer intenciones y regiones cercanas al área de Broca que dan sentido al lenguaje, todas, se han activado. En palabras de una investigadora alemana llamada Barbara Wild, psiquiatra y directora del Grupo de Investigación sobre el Humor de la Universidad de Tübingen, al entender un chiste "se produce una especie de fuego de artificio cerebral, como cuando tenemos buen sexo o nos enteramos de que ganamos la lotería". Es decir que el efecto biológico es inmediato. Y positivo.
Ahora bien, ¿qué pensaría usted si su médico le recomendara que incluya, en el tratamiento de una patología incurable, películas de los hermanos Marx? No es otro chiste. A Norman Cousins le funcionó. En el libro Anatomía de una enfermedad (1979), este periodista y escritor estadounidense asegura que logró hacer retroceder un mal de los tejidos conjuntivos que suele ser irreversible mediante terapias que mantuvieron a las risas y sonrisas como columna vertebral.
Aquel fue uno de los primeros tratados en exponer una verdad que cada vez es más irrebatible: el vínculo entre el humor y la salud, tanto física como mental, es indisoluble. En las últimas décadas, investigaciones científicas aportaron más datos. Por ejemplo: una buena carcajada fortalece el sistema inmunológico y reduce las hormonas que pueden causar tensiones. E, incluso, la gente alegre tiende a ser más longeva que la "gruñona".
El problema es que el buen humor no es siempre una cualidad natural. Si bien el hombre es el único animal que posee la capacidad de reírse, son pocos los especímenes que hacen usufructo diario de esta exclusiva idoneidad. Todos conocemos a esa persona con la sonrisa como tatuada, que mantiene la calma y el buen trato aún en las peores circunstancias, y que parece que se tomara la vida en chiste. Pero seguro que conocemos a muchos más del otro lado: pesimistas vitalicios, de los que hay que cuidarse de hablarles por las mañanas o que "se cruzan" más seguido de lo soportable. ¿De qué depende estar de uno u otro lado? ¿Existen tácticas para mantener el buen humor o reírse más seguido? Existen. Y ponerlas en práctica puede ser la diferencia entre un pasar corriente o una vida feliz.
Claro que tener buen humor no equivale a pasarse contando chistes. Más bien se trata de una actitud para con la vida. La psicología ha desarrollado una rama que va por ese camino y se hace llamar, justamente, "psicología positiva". La disciplina, que nació hace poco más de diez años, se centra en las fortalezas y virtudes de las personas y comunidades, explica la psicóloga Mariana Alvez, especialista en esta área y responsable del blog psicologiapositivauruguay. wordpress.com
Si bien usualmente la psicología trabaja desde la enfermedad y se queda ligada a los aspectos negativos del sujeto, "en este caso se busca cambiar el foco: en lugar de reparar lo que está roto hay que construir cualidades positivas", aclara Alvez, quien relaciona el humor con "una manera de ver la vida más despreocupada, donde se puede apreciar el lado bueno de las adversidades, donde nosotros hacemos felices a los demás y nos divertimos mediante la risa".
Rasia Friedler, también psicóloga, dirige la fundación SaludArte, dedicada a la promoción de la salud a través del arte y el humor. Para ella, este último es un elemento fundamental para el desarrollo sano de un individuo. "Su importancia reside en la posibilidad de percibir situaciones estresantes de una forma benigna, no catastrófica. Permite un mayor bienestar y disfrute de la vida, aún en circunstancias adversas. El sentido del humor implica cierta capacidad para entender las emociones y manejarlas, es un aspecto de la inteligencia emocional. Además, nos reconcilia con nuestros defectos y los de los demás, nos permite ver el encanto de la combinación entre virtudes e imperfecciones que hacen única a cada persona y nos impulsa a aceptarla, o incluso a quererla. El afán de adaptación social a menudo nos lleva a palabras banales o lugares comunes, desprovistos de imaginación y creatividad. El humor contrarresta esta tendencia: implica una libertad de unir de múltiples maneras características y hechos contradictorios o circunstancias ambiguas de tal modo que revela el lado absurdo de la existencia. De esa forma, nos libera de tensiones creadas por las limitaciones personales y sociales".
Un estudio de la Universidad de Noruega, realizado sobre 53.500 voluntarios durante siete años, analizó la relación entre el humor y la longevidad y brindó conclusiones contundentes: entre menores de 75 años, los alegres tienen una mortalidad un 20% menor en comparación con los gruñones. Aunque "no es suficiente con reír mucho -aclara Sven Svebak, autor del estudio. El humor abarca formas de pensar y frecuentemente se da en el diálogo con otras personas, pero no necesita ser externalizado".
Por aquí, ni Alvez ni Friedler dudan un momento al confirmar la estrecha relación entre salud y buen humor. "Una carcajada puede ejercitar nuestro diafragma y relajar luego nuestros músculos. El buen humor nos aleja de la ira, la culpa y demás emociones negativas, nos ayuda a ver las cosas desde una mirada más relajada y a afrontar las dificultades de la vida más como un juego de aprendizaje que como una amenaza paralizante. La risa es tan poderosa que incluso si la fingimos podemos obtener los beneficios mencionados", dice la experta en psicología positiva. En tanto Friedler aporta: "Las personas con buen sentido del humor tienden a lograr un mejor sostén afectivo del medio social. La risa provoca efectos catárticos y procesos de relajación general de los músculos del cuerpo. También regula el ritmo cardíaco, baja la presión arterial y mejora la inmunidad. Es un factor protector de la salud. La capacidad de reírse de uno mismo es de por sí un buen indicador de salud mental. La capacidad de ver el lado positivo de situaciones adversas o conflictivas también se asocia con un mayor grado de apertura hacia los demás".
La gran pregunta que muchos ceños fruncidos se estarán haciendo ahora es: ¿se puede aprender a ser más risueño? ¿Existen tácticas para controlar el humor? Las especialistas en el tema afirman que sí. Según la experta en psicología positiva Mariana Alvez, "usualmente lo que sucede es que ante los problemas reaccionamos de manera exagerada, dramatizando demasiado y creyendo que es el fin del mundo que nos hayamos derramado café en la camisa. En otras oportunidades sí debemos enfrentarnos a contratiempos importantes, que más que adversidades deberíamos considerar posibilidades, oportunidades de crecer y madurar como seres humanos. No tenemos el control sobre todas las circunstancias, pero sí tenemos el de decidir cómo queremos reaccionar y afrontar esos momentos".
Para mejorar nuestro mal humor tenemos que colocar las cosas en perspectiva, continúa. "¿Es tan importante que hayamos llegado tarde al trabajo? ¿Las personas son desagradables con nosotros o somos nosotros quienes decidimos ver esa realidad? Hay que tratar de ser más objetivos y luchar contra ese impulso que muchos tienen de buscar las evidencias que comprueban de que todo es un desastre. Cuando las cosas no salen bien podemos sonreír a pesar de todo y podemos tener la certeza de que si no estamos en un buen día, ese día va a terminar pronto, nada dura eternamente, ni siquiera las malas rachas. Cuando estamos enojados tenemos que recordar cosas que nos hagan sentir mejor, como una buena conversación con un amigo o alguna situación divertida que nos haya pasado; recordando estamos evocando la emoción de ese momento que puede desplazar la sensación desagradable que se está sintiendo en ese instante. Hacer una lista mental de todas las cosas por las cuales deberíamos estar agradecidos y que de repente damos por sentado, como el simple hecho de poder caminar o escuchar, o ser agradecidos por nuestra familia y nuestros logros", recomienda.
Otros ejercicios posibles son teatro espontáneo, técnicas de clown y tácticas de improvisación; todas estrategias que se llevan adelante en SaludArte, cuenta Rasia Friedler. "Entrenarse en ellas permite cultivar destrezas sociales y estados de ánimo que provocan actitudes positivas en uno mismo y en los demás. Existen distintos tipos de humor, por ejemplo, el verbal y el no verbal, y hay técnicas específicas para cada uno de ellos. Es muy divertido jugar con las palabras, las paradojas, la parodia, la silepsis, etcétera".
¿Por qué algunas personas tienen buen humor naturalmente, una mayor predisposición a levantarse con una sonrisa o ver el vaso medio lleno, mientras que otras compraron el abono completo del pesimismo? Algo llamado "estilo explicatorio", que cada ser humano posee, es la clave de esta respuesta. "Es el cómo explicamos las circunstancias en las que nos vemos envueltos", describe Alvez. "Las personas optimistas y pesimistas tienen una manera distinta de describir los hechos buenos y malos de su vida. Los pesimistas, ante una situación negativa, consideran que la circunstancia tiene carácter permanente y que todas las demás situaciones serán iguales. Por ejemplo, si alguien a quien le gusta tocar el piano se equivoca, considerará ese error como algo terrible, concluirá que nunca podrá ser bueno en lo que quiere hacer y seguramente se equivocará en las demás obras que toque. Ahora, cuando las cosas buenas suceden, los pesimistas consideran que son hechos de mera casualidad, temporales y que seguramente no se volverán a repetir", indica.
Por el contrario, "cuando los optimistas se enfrentan a cualquier adversidad la consideran algo temporal, circunscrita a una situación en particular, no a algo que afecta toda su personalidad: un estudiante pierde su examen pero sabe que es algo puntual, que podrá repetirlo y que seguramente el próximo será mejor. No se castiga; decide seguir adelante".
En estos escenarios juegan varios factores. Alvez reconoce que hay personas que se crían en ambientes poco propicios para desarrollar un buen humor u optimismo y que, si bien también hay un componente genético, es algo que se puede aprender. Friedler, en tanto, señala que hay investigaciones que concluyen que el sentido del humor se correlaciona con el bienestar psicológico y la autoestima.
A veces, el estado de ánimo se generaliza. Alvez considera que los uruguayos son muy pesimistas en su mayoría, algo que es fácil de retroalimentar. "Si bien la realidad es complicada, muchas veces nosotros la complicamos más todavía. Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad: cuando todo el mundo te desalienta con que no estudies o que acá no hay trabajo, con que no persigas tus sueños, a veces se torna complicado apagar esas voces insistentes. Sin embargo, uno tiene que aprender a ser más fuerte y a seguir sus metas porque se puede y mucho. Hay muchísima gente talentosa que he tenido el honor de conocer y vale la pena ignorar los malos consejos de aquellos que se rindieron demasiado pronto".
Maximiliano de la Cruz
actor, humorista
"Hay veces que es difícil pero también es una forma de desenchufarte y olvidarte por momentos de las cosas malas o tristes que te estén pasando. Una vez que me subí al escenario, o se prende la luz de una cámara, como que me transformo y me olvido de todo y disfruto al máximo lo que hago".
Sara Perrone
conductora de televisión
"Cuando salís en vivo tu concentración está focalizada en el programa, eso ayuda a dejar los problemas de lado. (...) Algunas veces se nota que algo nos entristece o nos preocupa y es natural. `El show debe continuar` es una frase que no me gusta; creo que a veces el show tiene que parar".
Graciela Rodríguez
actriz, humorista
"No tengo técnicas. Adoro lo que hago, me fascina. Siento una satisfacción enorme cuando escucho la risa o directamente cuando tengo el público cerca y siento su energía. Me hace muy feliz. Entonces puedo tener problemas, sentirme mal, tener fiebre, pero se me pasa. No sé, es como mágico".
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Nuestra Directora, Mariana Alvez, Guerra, visitó el canal 10, programa Arriba Gente el miércoles 14/02/24, para charlar sobre qué es lo que nos mantiene en un vínculo enfermizo y cómo construir relaciones más saludables