Empiezan las vacaciones de julio y los niños tienen dos semanas de tiempo libre que a veces no está tan claro cómo llenar. Mientras algunos padres se preocupan en colmar la agenda atentos a la cartelera de espectáculos y otros dejan el tiempo de los pequeños librado al manejo de la tablet o la pantalla del televisor, en el otro extremo están los que no permiten que se descuide lo académico y combinan el ocio con dosis de lectura o deberes.
¿Qué es lo adecuado? "Ocio y responsabilidades pueden ir de la mano. Algo que considero bastante productivo para enseñar a los chicos es aprender a posponer el placer. Al vivir en una sociedad consumista y ansiosa, donde todo tiene que ser para ayer, también motivamos a crear sujetos donde el descontrol de los impulsos está presente y con tal de evitar el displacer cualquier cosa es válida para la persona", razona la psicóloga Mariana Alvez.
Es que, para muchos, en la era de Internet, tablets, computadoras y videojuegos, la premisa común parece ser que los niños de hoy, acostumbrados a hacer varias cosas a la vez, necesitan estímulos externos permanentes. "A temprana edad podemos ver que usan implementos tecnológicos mejor que los adultos y aprenden a utilizarlos a una velocidad asombrosa. Los chicos dejaron de pasar tiempo al aire libre, inventándose juegos, utilizando su propia imaginación y lo han cambiado por Internet y herramientas que piensan por ellos", agrega la psicóloga Alvez.
Este cambio influye incluso en la oferta de espectáculos infantiles que inunda la cartelera en vacaciones de invierno. Muchos apelan a música pegadiza y efectos visuales a todo color que mantengan alerta la atención de los pequeños, público que se considera difícil de cautivar.
"El niño no tiene esa cosa más protocolar del adulto, a quien si no le gusta una obra de teatro se queda igual por respeto. Si el niño se desengancha de lo que está viendo, se levanta y se va, o se pone a hacer otra cosa", ilustra Andrés Valledor, actor y director de La Rueda Teatro, grupo que lleva 12 años montando espectáculos para los más chicos en el Museo Blanes.
Por eso, quienes se dedican a capturar la atención del público menudo suelen tener muchas variables en consideración, y ponen a disposición toda una batería de recursos sonoros y visuales. No obstante, para Valledor existen ciertos clichés al respecto que no tienen tanto sustento. "Cuando se hace una obra para niños chicos se piensa que tiene que ser extremadamente divertida, con mucho color o baile. Nosotros, en cambio, nos proponemos que los toque emotivamente, que acompañe su desarrollo psicológico tratando temas que está viviendo según la edad, a través de una historia simple", dice el actor. Como ejemplo, menciona la obra de La Rueda La flor y Manolo, pensada para chicos de 2 a 8 años, que trata el vínculo madre-hijo y, lejos de lo que se ve con más frecuencia, tiene hasta un toque melancólico. "Muestra cómo pueden resolver conflictos de la vida. No queríamos el cliché de movimiento e hiper alegría. La obra tiene ritmos lentos, pero la atención se basa en la historia, que les genera curiosidad, y en la técnica", dice el director del grupo teatral. Y agrega: "Hay cierto cliché de que el niño necesita mucho estímulo. Pero justamente por estar tan estimulado, o tan expuestos a los recursos de una pantalla, al tener en teatro una presencia en vivo, un contacto humano, donde conviven en un mismo espacio espectadores y actores, por contraposición los sacude y les capta la atención. La energía en vivo sigue siendo útil, necesaria y demandada, donde se genera una complicidad y se percibe como algo bien diferente y más tangible. Tiene más intensidad".
NO SUBESTIMAR.
Otra crítica que a veces se reitera sobre los productos para niños es que se dirigen a su público como si les costara entender. Algo que en lo que la tecnología podría influir. "Prefieren las cosas digeridas en una pantalla, en lugar de libros que los trasladen a un mundo de fantasía", dice la psicóloga Alvez.
Sin embargo, la imaginación es su mejor capital a explotar, también a la hora de sentarse en una butaca. "Los adultos a veces creemos que las cosas para ellos tienen que ser muy remarcadas u obvias, cuando a los 8, 9 o 10 años los interesás más con la sugerencia que se completa con su imaginación o les hace eco en vivencias de ellos. Así es como quedan consustanciados con lo que está sucediendo".
Una manera de sacar provecho a las vacaciones es promover el autocontrol a través de pequeñas tareas, para prevenir la baja tolerancia a la frustración que lleva a que los niños tengan dificultades para entretenerse. Por ejemplo, dice la psicóloga Mariana Alvez, pedirles que hagan los deberes antes de jugar. O bien utilizar el primer fin de semana de las vacaciones para sacarse de encima las obligaciones con la certeza que luego podrán disfrutar del resto de los días con la tarea ya. "Posponer el placer hace que lo disfrutemos más, que tengamos mayor tolerancia ante las cosas que no nos gustan y practicamos esta fortaleza del auto control que, se ha demostrado, en los latinos es muy baja".